La heredera de una de las casas reales más antiguas de Europa consolida su presencia en la industria creativa, con nuevos proyectos que reflejan su visión contemporánea y libre
En un mundo donde los títulos nobiliarios se desvanecen frente al brillo de las pasarelas y los proyectos artísticos, Vittoria de Saboya está forjando su propio camino. Con apenas 21 años, la princesa de Carignano y marquesa de Ivrea (bisnieta del último rey de Italia) ha decidido alejarse del protocolo real para abrazar con determinación la moda, el arte y la libertad personal. Su apellido evoca la historia de Europa, pero su mirada apunta al futuro. Y lo hace desde las pasarelas internacionales, las galerías de arte y las colaboraciones creativas que priorizan la autenticidad sobre el linaje.
Hija mayor de Manuel Filiberto de Saboya y la actriz francesa Clotilde Courau, Vittoria ha crecido en un entorno donde la tradición y la modernidad conviven con naturalidad. Sin embargo, su trayectoria reciente evidencia que no busca replicar los moldes heredados, sino construir su propia narrativa. Tras debutar el mes pasado en un desfile de Emilio Pucci, donde compartió escenario con figuras como Naomi Campbell, la joven aristócrata se convierte ahora en la imagen de una firma emergente de ropa de golf que celebra la artesanía italiana y portuguesa.
Lejos de ser un movimiento aislado, este nuevo proyecto forma parte de una estrategia personal y profesional cuidadosamente trazada. Como ella misma compartió en sus redes sociales, está encantada de prestar su imagen para apoyar a amigos cercanos en el lanzamiento de esta marca, que une diseño contemporáneo y herencia textil en cada prenda. Las piezas se confeccionan en Vittorio Veneto, en la provincia italiana de Treviso, y en una región cercana a Oporto, Portugal, dos enclaves con siglos de experiencia en el trabajo con algodón. El mensaje es claro: la calidad artesanal no es solo un lujo, es una identidad que merece visibilidad global.
Este papel como embajadora de la marca se suma a su creciente interés por el mundo del arte. Actualmente, Vittoria firma como comisaria una exposición en el icónico Palais Bulles, la futurista residencia diseñada por Antti Lovag en la Riviera Francesa, y que en sí misma representa un manifiesto estético. Allí, entre arquitectura orgánica y visión artística, la princesa reafirma su convicción: su lugar está entre creadores, pensadores y visionarios, no entre coronas ni discursos institucionales.
En efecto, desde hace tiempo Vittoria ha dejado claro que su destino no está en los salones reales ni en el cumplimiento de funciones tradicionales. Tras el fallecimiento de su abuelo, Víctor Manuel de Saboya una figura controvertida y central en los últimos capítulos de la historia monárquica italiana, se especuló sobre la posibilidad de que ella asumiera la jefatura de la Casa de Saboya. Se decía incluso que su padre, Manuel Filiberto, había renunciado a sus derechos dinásticos en favor de su hija. Sin embargo, esta narrativa se desdibujó con el tiempo, y hoy es él quien continúa encabezando la representación de la casa, mientras mantiene una vida mediática activa y una relación sentimental con la empresaria Adriana Abascal.
En ella confluyen pasado y presente: lleva el nombre de una de las casas reales más influyentes de Europa, pero también viste de Pucci, trabaja en proyectos curaduriales y apoya emprendimientos independientes. Su vida se sitúa entre castillos y ateliers, entre la historia y las pasarelas, entre Italia y Francia. Un equilibrio inusual que, lejos de ser contradictorio, enriquece su identidad.