Portofino no es solo un destino: es un estado del alma. Este pequeño pueblo costero de la Riviera italiana ha sido durante décadas un refugio para celebridades, aristócratas y estrellas de Hollywood. Grace Kelly, Elizabeth Taylor, Frank Sinatra, Humphrey Bogart, y más recientemente, Beyoncé o Catherine Zeta-Jones, han sucumbido a sus encantos. Pero Portofino no es solo para multimillonarios: es un paraíso accesible para los soñadores, los curiosos y los amantes de la belleza, aunque sea solo por una tarde con capuchino frente al mar.
Donde el glamour se respira
El lujo en Portofino es palpable: sus boutiques, sus yates atracados y sus terrazas de ensueño conforman una postal que parece detenida en el tiempo. Sin embargo, su esencia va más allá del glamour superficial. Aquí, las piedras del camino cuentan historias antiguas: ya Plinio el Viejo se refirió a este enclave como Portus Delphini, aludiendo a los delfines y a la destreza marítima de sus habitantes.
La Piazzetta, corazón palpitante del pueblo, es el sitio ideal para observar y dejarse observar. Las fachadas en tonos pastel, los toldos blancos y los barcos que mecen las aguas esmeralda del Mediterráneo componen un escenario que embriaga los sentidos.
Iglesias y vistas para el alma
Más allá del puerto y sus tiendas de diseñador, Portofino guarda tesoros patrimoniales. La iglesia de San Martín, de estilo románico lombardo, sorprende con sus frescos y pinturas antiguas. Pero la joya espiritual está más arriba, al final de una breve pero empinada subida por la Salita San Giorgio: la iglesia de San Giorgio, patrón del pueblo, desde donde se contempla una de las mejores vistas panorámicas de la región.
Para una dosis de historia y elegancia, hay que visitar el Castello Brown, una fortaleza del siglo XVI reconvertida en mansión noble en el XIX. Hoy es museo y jardín, un refugio estético que guarda desde bajorrelieves hasta vistas inolvidables de la bahía.
Senderismo entre el mar y el cielo
Cuando el alma pide aventura, el Parque Natural Regional de Portofino responde con más de 80 kilómetros de rutas. Aquí, los caminos entre castaños, avellanos y terrazas de olivos centenarios desembocan en miradores ocultos y calas secretas. Una de las rutas favoritas es la que une Camogli y San Rocco, con sus 828 escalones y sus vertiginosas vistas al Golfo Paraíso: una prueba de que la belleza en Italia siempre recompensa el esfuerzo.
Camogli, por cierto, es otro imprescindible: su aire relajado y sus fachadas coloridas son la antesala perfecta para explorar la Riviera con los ojos bien abiertos.
Portofino: lujo accesible, historia viva
Este rincón de Liguria no necesita ostentaciones para deslumbrar. Su magia está en sus contrastes: el esplendor de sus boutiques convive con la sencillez de una playa de guijarros; el susurro de los olivos con la sofisticación de un salón neogótico. Caminar por Portofino es caminar por siglos de historia, entre el rumor de las olas y el eco de los suspiros de quienes se enamoraron aquí.
Así que sí: Portofino es para todos. Para quienes tienen el mundo a sus pies y para quienes simplemente quieren sentir, por unas horas, que la belleza también puede ser suya. Aunque solo sea en forma de capuchino con vista al mar.