Educada para obedecer, decidió liderar. Sin romper las reglas, las reescribió. Multiplicó su herencia y dejó una fortuna digna de los Rothschild.
Nació entre apellidos ilustres y privilegios de una élite cafetalera del Brasil imperial. Pero Eufrásia Teixeira Leite (1850-1930) no se conformó con ser una dama distinguida. Su destino era otro: el de convertirse en una de las primeras mujeres en conquistar el mundo de las finanzas internacionales, en un siglo que apenas permitía a las mujeres heredar, y mucho menos decidir.
Educada por un padre visionario, que le enseñó matemáticas financieras y cultura cosmopolita en lugar de piano y bordado, Eufrásia fue moldeada para lo impensable: administrar una fortuna y hacerla crecer. Al quedar huérfana a los 22 años, junto a su hermana Francisca, eligió abandonar Vassouras y trasladarse a París, donde viviría discretamente por más de cinco décadas. Lo hizo no para refugiarse, sino para tomar las riendas de su capital en el corazón del capitalismo moderno: la Bolsa de París.
Con una astucia digna de un banquero suizo y una red de hombres de confianza que ejecutaban sus órdenes nunca sus decisiones, Eufrásia multiplicó su fortuna inicial hasta alcanzar una riqueza equivalente a 1.850 kilos de oro, algo cercano a 193 millones de dólares actuales. Todo ello sin escándalos ni ostentación, guiada por la prudencia, la estrategia y una férrea independencia.
Fue la primera brasileña en invertir en la bolsa francesa, y lo hizo sin romper con las normas de su tiempo, sino navegando sus resquicios. No acudía personalmente a las salas de negociación; en su lugar, operaba mediante el corredor alemán nacionalizado francés Albert Théodore Guggenheim, quien además de gestionar su portafolio, coordinaba su vida en París.
Pero su legado no se limitó al éxito financiero. Sin descendencia directa, dejó su fortuna a instituciones benéficas y educativas tanto en Brasil como en Francia. Su ciudad natal, Vassouras, conserva hoy el Museo Casa da Hera, donde creció entre bibliotecas aristocráticas y conversaciones ilustradas sobre arte, mecánica y política. Fue allí donde comenzó a forjarse la leyenda de una mujer que supo mirar más allá del horizonte que le ofrecía su época.
Más que una inversionista, Eufrásia fue una pionera silenciosa. Su vida, aún poco difundida, es una lección sobre el poder del conocimiento, la visión estratégica y la elegancia de quien no necesita ser vista para imponer respeto.