El sumo pontífice será sepultado el sábado 26 de abril, en una ceremonia que reunirá a jefes de Estado y millones de fieles. Ciudad del Vaticano. La Santa Sede ha compartido este martes las primeras imágenes del cuerpo sin vida de Su Santidad, el Papa Francisco, fallecido en Roma, antes de que el Colegio Cardenalicio se reuniera para definir la fecha oficial de su funeral y los protocolos sucesivos de transición.
En las fotografías, captadas el lunes dentro de la capilla privada de la residencia de Santa Marta, se observa al pontífice argentino reposando en un féretro de madera y zinc, vestido con casulla roja y mitra blanca, y sosteniendo entre las manos un rosario. Dos miembros de la Guardia Suiza, con sus tradicionales uniformes, montan guardia junto a él, en una estampa que refleja solemnidad y reverencia.
La Santa Sede confirmó que el funeral se celebrará el sábado 26 de abril, una vez concluida la primera congregación general de cardenales, quienes posteriormente deberán elegir a su sucesor. Esta ceremonia marcará el inicio de un nuevo capítulo en la historia milenaria de la Iglesia Católica.
Según las normas del Vaticano, el entierro debe realizarse entre el tercer y quinto día tras el deceso, por lo que la fecha elegida cumple con el rito y la tradición. Medios italianos estiman que más de medio millón de fieles podrían acudir a despedir al líder espiritual de más de 1,400 millones de católicos en el mundo.
Como ocurrió con el funeral de Juan Pablo II en 2005, jefes de Estado, monarcas, líderes religiosos y figuras internacionales han confirmado su presencia. El expresidente estadounidense Donald Trump, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski y el mandatario francés Emmanuel Macron encabezarán la delegación internacional que se espera para este homenaje de Estado.
“¡Estamos deseando estar allí!”, expresó Trump, quien viajará acompañado de una comitiva diplomática.
El Papa Francisco —el primero en la historia nacido en América Latina— será recordado por su enfoque pastoral cercano, su impulso a reformas internas, su preocupación por los más vulnerables y su incansable llamado a la paz.
Este momento histórico no solo marca el fin de un pontificado, sino también el inicio de una profunda reflexión sobre el futuro de la Iglesia, marcada por los desafíos contemporáneos y las tensiones entre progresismo y conservadurismo que definirán al próximo sucesor de Pedro.