Nacida el 21 de febrero de 1875 en Arlés, Francia, Jeanne Louise Calment ostenta el récord verificado de longevidad humana más excepcional de todos los tiempos: 122 años y 164 días. Su vida, que abarcó tres siglos del XIX al XXI, no solo ha sido objeto de fascinación demográfica, sino también una fuente de inspiración para quienes buscan comprender los secretos de una vida larga, plena y significativa.
Una vida entre historia y arte
Jeanne vivió toda su existencia en Arlés, una ciudad con una rica herencia romana y célebre por haber sido refugio de Vincent van Gogh. Provenía de una familia acomodada: su padre era constructor naval y su esposo, Fernand Calment, un exitoso comerciante. Esta posición social le permitió llevar una vida sin sobresaltos económicos, marcada por el arte, el deporte y una filosofía vitalista.
En 1896 contrajo matrimonio y tuvo una hija, Yvonne, cuya vida se truncó prematuramente por una neumonía en 1934. Décadas más tarde, también perdería a su nieto en un accidente automovilístico. Pese a estas pérdidas, Jeanne nunca abandonó su actitud positiva y su inquebrantable sentido del humor, al que atribuía gran parte de su bienestar.
Claves de una longevidad extraordinaria
El estilo de vida de Jeanne Calment se convirtió en objeto de análisis para científicos y demógrafos. Atribuía su longevidad a una dieta rica en aceite de oliva, un consumo moderado de vino de Oporto y una rutina activa que mantuvo hasta edades sorprendentes. Practicaba tenis, natación y ciclismo; de hecho, se le vio montando bicicleta a los 100 años.
Con singular desenfado, fumó hasta los 117 años —dos cigarrillos al día— y se permitía el placer del chocolate sin culpa. Lejos de los extremos de la austeridad o la obsesión por la salud, Jeanne cultivó una relación amable con el cuerpo y la vida.
Ciencia, mito y verificación
Su longevidad suscitó atención internacional y generó múltiples estudios sobre envejecimiento. A los 120 años se convirtió en la primera persona documentada en alcanzar esa edad, hito que aún no ha sido superado. Aunque algunos escépticos plantearon teorías de fraude, como la posibilidad de que su hija hubiese asumido su identidad, investigaciones rigurosas y revisiones exhaustivas de documentos civiles y familiares han confirmado la veracidad de su edad.
El legado de una vida bien vivida
Jeanne Calment falleció el 4 de agosto de 1997 en una residencia para ancianos en su ciudad natal. Con ella no solo se fue la persona más longeva del mundo, sino también un ícono de estilo de vida, longevidad y actitud ante la existencia.
Su historia, lejos de ser una simple curiosidad estadística, encarna una lección vital: la longevidad no solo se mide en años, sino en la manera en que se transitan. Jeanne vivió con elegancia, sentido del humor, fortaleza emocional y una notable capacidad de adaptación. En tiempos en los que el bienestar se ha convertido en aspiración universal, su legado resuena con más fuerza que nunca.